Me subí al auto y le dije a Lorraine, secándome las lágrimas:
- Vámonos antes de que me arrepienta de todas las decisiones tomadas hasta ahora.
Arrancó el auto y nos dirigimos a la casa de Nicolás. Desde el día anterior traté de llamarlo y no me contestó. El teléfono siempre estaba apagado. No quería irme sin hablar con él primero. Necesitaba explicar que Tom y yo no teníamos nada que ver el uno con el otro. Que había sido un malentendido... Y que sí, me iría con mi padre. Pero pronto volvería. Y necesitaba saber que mi madre nos había dejado. Lo necesitaba en ese momento como nunca lo había necesitado antes.
Cuando llegamos, ya estaba cayendo la noche. Rápidamente bajé del coche y pulsé el timbre. Lorraine no bajó. Tomó un tiempo para que una mujer viniera a verme. Debía tener 50 o 60 años. ¿Era su madre?
- Buenas noches... yo... quiero hablar con Nicolás.
- ¿Nicolás?
- Sí.
- Debes ser Julieta.
- Si, soy yo. lo dije con una sonrisa. Le había hablado a su madre de mí.
Abrió la puerta