Morana
Observo a mi alrededor, a cada centímetro de esta cueva o lo que sea donde ese salvaje me trajo, y me abrazo a mí misma por la impotencia, pero también por el frío.
Extraño mis cobijas de tela importada, frescas, limpias y con ese aroma exquisito a flores y cítricos que me encanta.
Ahora no tengo ni una cobija de mala calidad.
—¡Mi situación es tan inhumana!
Mi cama es un montón de pajas y mi almohada, una piedra lisa.
Necesito regresar a casa, a mi comodidad…
Sin embargo, mi anhelo es empañado por las imágenes de aquella noche: las acusaciones, la urgencia de Tamara para que huyera. Esa zorra me puso una trampa. Toda su prisa en que escapara fue un plan para hacerme ver como la mala de la historia.
Tiemblo…
Todavía el recuerdo me afecta y me aterroriza. En mis sueños revivo a los guerreros detrás de mí, al maldito encapuchado ese… la explosión…
De verdad creí que había muerto, pero solo me desmayé por el susto.
Ese desgraciado me salvó a tiempo.
Froto las manos para darme calo