Lara
El fuego en mi pecho es tan fuerte que siento que todo mi interior se consume.
Me lleno de rencor…
Odio…
Celos…
Pero más que eso, decepción.
Duele que, en su sed de venganza, Killiam corriera a los brazos de otra loba. ¿Acaso añora a otra? ¿Se justifica en mi supuesto pecado para dar rienda suelta a sus deseos?
Porque… ¿se acostará el rey con alguien al azar? No. De seguro ya la tenía en la mira y solo esperó el momento preciso para justificar su traición.
Eso jamás se lo perdonaré.
—¡Qué tonta soy! —rio sin gracia—. Ya estoy condenada.
Y lloro…
No quiero morir aquí. Tampoco estar en el mismo territorio que ese traidor.
—Killiam… Te odio…
La llama en mi interior crece de manera agobiante y mi corazón palpita con un frenesí doloroso.
Algo me ocurre…
¿Por qué siento a mi loba con tanta facilidad?
¿Será que…?
—No puede ser que mi cuerpo haya creado un antídoto contra el acónito —me digo a mí misma—. No si el poder de la vidente bloquea mis dones…
No lo entiendo…
Mi loba aúlla dentro de mí y me i***a a pedir el control para asesinar a la intrusa que se atrevió a tocar a nuestro mate.
Y… no puedo controlarla.
—¡Ah! —grito cuando mi energía morada se aglomera en mi interior y me quema desde adentro.
Entonces percibo la lucha de poderes: el de la vidente que me aprisiona y… el mío.
¿Cómo…?
Un hormigueo recorre mi cuerpo, como si corrientes eléctricas se pasearan por mi piel. Esa sensación me hace tiritar.
—¡Ah! —grito, y mi jadeo se ahoga en la soledad de este oscuro calabozo.
Una ola de poder me cubre y, de repente, algo inesperado sucede.
—¡Las cadenas! —exclamo, entre entusiasmada, asustada y sorprendida.
Las cadenas que antes me tenían cautiva pierden su poder y se convierten en unas comunes.
—Ahora son de metal… —balbuceo mientras mis ojos incrédulos observan los fríos y plateados grilletes que ya no brillan.
Parpadeo varias veces, miro a mi alrededor de forma instintiva y regreso mi atención a los grilletes.
Observo mis manos como si todavía me costara creer lo que ha ocurrido.
—De verdad bloqueé el poder de la sabia vidente… —susurro en estado de estupor.
Mis ojos se abren aún más cuando caigo en cuenta de lo que eso significa.
—Soy libre… —La esperanza es como una luz entre tanta oscuridad.
Vuelvo a mirar los grilletes.
—Solo tengo que oxidarlos con mi poder y podré escapar —susurro con júbilo—. Pero si escapo, les daré la razón a todos…
«Nuestro mate nos traicionó», me recuerda mi loba, herida y furiosa.
Las lágrimas ruedan por mis mejillas al instante.
¿De qué me serviría comprobar mi inocencia? Ya Killiam destruyó lo que quedaba de nosotros. Él contaminó nuestro lazo…
—Ya no tiene sentido aclarar nada. —Miro las cadenas, debatiendo lo que debería hacer—. Lael siempre supo que lo amaba. Y yo sé que no le hice daño. Ellos pueden creer lo que deseen, ya no es mi problema.
Con ese resentimiento clavado en el pecho, toco los grilletes. La luz morada ilumina el calabozo, revelando sus horrendas paredes.
Entonces los grilletes se hacen añicos y yo quedo libre.
Me levanto…
Tambaleo un poco y tengo que luchar contra el malestar de mi pobre condición física, pero logro caminar hasta la pared.
La toco.
Y el enorme y supuesto inquebrantable muro experimenta la misma suerte que los grilletes.
Una pared más, y otra, y otra…
Hasta que la brisa de la noche choca con mi rostro y trae alivio, aunque también un frío punzante.
Los calabozos están en la parte más remota del castillo, justo en los límites del territorio. Frente a mí se extiende un bosque y, más allá, un lago enorme que rodea este reino.
Suelto un suspiro y le doy una última mirada a las torres del palacio, que se yerguen orgullosas sobre el castillo.
La duda me acaricia de forma sutil.
—Escapar o morir encerrada… —me animo, aunque una parte de mí se aferra a este lugar y… a Killiam.
Es difícil dejar atrás lo que fue mi hogar por dos años.
Suelto un largo suspiro.
Debo irme lejos, no puedo esperar a que me asesinen.
Entonces la alarma suena.
No…
Ese era el detonante que necesitaba para decidirme al fin, pues mis pies cobran vida en dirección al bosque.
Escucho pasos apresurados detrás de mí y voces: los guardias me siguen.
El corazón me late con desesperación mientras me alejo. Respirar se convierte en un reto, no solo por mi debilidad y el esfuerzo físico, también por lo que dejar a mi mate atrás me hace sentir.
Esto es horrible…
Corro en medio de la oscuridad, con mis pies descalzos, el estómago vacío y el miedo en mis huesos. Los guardias se sienten cada vez más cerca, intento apresurar el paso, pero tropiezo con algo y caigo de bruces.
Ellos se acercan…
Como puedo me oculto detrás de un árbol, protegida por las penumbras de la noche, pero ellos llevan lámparas que les facilitarán encontrarme si no me escondo bien.
Todo mi cuerpo tiembla cuando me pasan por el lado. Suelto un suspiro de alivio porque, tras revisar, siguen de largo.
—Eso estuvo cerca —murmuro.
Pero mi alivio dura poco.
—¡Hay algo aquí! —vocifera uno de los guardias y su lámpara ilumina mi rostro.
¿Ah?
¿Cómo me encontraron tan rápido?
Empiezo a hiperventilar. Un grupo de guardias armados me rodea como cazadores a su presa indefensa.
Así me siento: un conejito sin valor.
Sudo.
Mi cuerpo empieza a sacudirse y el temor junto con la frustración me sofocan.
No lo soporto…
Estoy en un rincón mental y algo dentro de mí me i***a a defenderme, a salir de esta situación tan tormentosa.
Un olor dulzón se riega en el aire, acompañado de un humo violeta que sale de mí.
¿Qué es esto?
Los guardias se tambalean, empiezan a atacarse entre sí o gritan aterrados, como si vieran cosas que yo no.
Me levanto y camino entre ellos, pero ninguno me nota: todos están sumidos en sus… ¿alucinaciones?
¿Qué es esa niebla morada? ¿Un nuevo poder?
No tengo tiempo para analizarlo.
Corro…
Mis pasos se clavan veloces sobre el suelo cubierto de hojas húmedas y ramitas que crujen bajo mis plantas descalzas.
Y sin mirar atrás, huyo.
Hoy renuncio al estatus de luna y al reinado. Hoy renuncio a mi vínculo con Killiam.
Entonces pierdo la noción del lugar, resbalo y caigo.
Un zumbido.
Luego el crujir de las aguas. El dolor en los músculos y… la completa oscuridad.
—¿Es ella licántropa? —una voz chillona me trae de vuelta. Siento un resplandor molesto sobre mis ojos, aunque los mantengo cerrados.
¿Es de día? ¿Qué me pasó?
Quiero preguntar, pero mi cuerpo no responde. Ni siquiera puedo abrir los ojos.
—Percibo una esencia diferente —responde una voz masculina, potente, que me hace vibrar el alma—. Creo que es una híbrida.
De repente, un calor extraño me recorre y el silencio se vuelve desesperante.
¿Quiénes son estas personas? ¿Acaso fui atrapada y devuelta al calabozo?
No… allí no habría luz.
—Rey fae Arion —dice la voz chillona, preocupada—. Ella está embarazada.
Esas palabras me atraviesan como un rayo.
¿Quién está embarazada?
¿Acaso… soy yo?