Killiam
Mis pensamientos caóticos se tornan fastidiosos mientras trato de analizar este maldito asunto.
Ahora resulta que la tal Tamara se suicidó.
Me devuelvo al ala de Morana, dejando a mis hombres a cargo de su arresto. De todas formas, ella no es que vaya a llegar lejos.
Necesito entender este asunto, porque cada vez se torna más confuso y extraño.
Con el pulso acelerado, el sudor y el sereno mezclados en mi piel caliente, y mi mente trabajando rápido, cabalgo a toda velocidad.
Las flores de los jardines imponentes del ala del palacio de Morana me reciben con una mezcla de perfume y muerte, como si pudiera percibir la presencia fúnebre de un ente maligno.
—Esta m****a no tiene ningún puto sentido.
Cuando llego al patio donde supuestamente cayó Tamara tras tirarse del balcón —que está a unos diez pisos de altura—, me encuentro con un grupo de sirvientes y guerreros.
Los primeros, curioseando; los segundos, tratando de alejarlos de la escena.
Me bajo del caballo y camino hacia donde