Lara
No sé cuánto me he alejado, pero me caigo cuando mi reflejo falla y el cansancio me debilita.
Entonces lloro mi mala suerte.
—Lo he perdido todo, hasta lo que no tenía —sollozo mientras aprieto a Peludo contra mi pecho.
Me siento a salvo aquí, rodeada de una naturaleza desconocida, con la oscuridad del bosque en un día nublado donde no entra casi sol por el grosor y la cantidad de árboles que me rodean.
El olor a salvia y tierra es más fuerte aquí y los sonidos de los grillos y aves son una música constante y un poco intimidante, pues me recuerdan que estoy lejos de casa y que no debo regresar.
Suelto un suspiro.
El clic de una ramita hace que un hormigueo viaje por toda mi piel y una sensación gélida me arrope y detenga mi llanto, pero también mi corazón.
Creo que he dejado de respirar.
—¿Estás bien? —resuena esa voz autoritaria, con una mezcla de dulzura y potencia.
Un escalofrío me hace titiritar.
No logro responderle; no soy capaz de hablar.
—Vi lo que hiciste y decidí seguir