SAMANTA
Al día siguiente, luego de la oficina, Linda fue llegando a casa como si nada.
—No pensé que tu tío esta vez se excediera tanto; el tipo de la entrada parece una montaña viviente —masculló mientras entrábamos a mi cuarto.
—Está muy molesto. Será difícil salir de aquí sin que sepa a dónde voy.
—Solo tengo que decirle algunas palabras y verás que nos dejará salir —se lanzó de espaldas a mi cama susurrando a modo de lamento aquellas palabras.
Me recosté a su lado, curiosa.
—¿Qué pasa entre ustedes, Linda? —Ella entrecerró los ojos y tragó con fuerza—. Dime que no te está lastimando…
—Él… él no me ha lastimado, Sam. Yo misma soy quien se martiriza sintiendo lo que sien