CAPITULO 32

SAMANTA

Poco a poco fue aflojando aquel agarre firme y posesivo que empleó en mi espalda. Podía oír los latidos en su pecho como si un tambor amenizara una marcha. Su respiración lograba que su aliento llegara hasta mi garganta, haciéndome temblar por todo lo que para mí ese hombre significaba. Sabía que lo que sentía ya no tenía remedio y que por el resto de mi poco interesante vida lo único que se quedaría para siempre en mis recuerdos como lo más audaz y peligroso que he hecho serán estos momentos que le he robado al tiempo para compartir un momento de intimidad con mi hombre amado.

No habría forma ni día de evitar que él estuviera pululando en mi mente con aquellas palabras salvajes y suaves que me dedicó en este corto tiempo. Lo mejor de todo es que presentía en mi corazón que Rick pensaba

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