61. El refugio de Sofía
Hay momentos que nos devuelven la luz, aunque solo sea por un instante.
El sol caía suavemente sobre la carretera que llevaba al refugio, tiñendo de naranja y rosa el cielo. Valentina respiró hondo mientras su coche avanzaba entre árboles y senderos tranquilos; por primera vez en semanas, no sentía la opresión de miradas ajenas ni el peso de secretos que perseguían su sombra. Cada kilómetro recorrido parecía dejar atrás la tensión que la acompañaba desde Santa Marena.
Al llegar, el refugio se desplegaba ante ella como un oasis de calma: una casita blanca con ventanas amplias, techo de tejas rojas y un jardín pequeño, lleno de flores silvestres que se mecían suavemente con la brisa. El aroma a café recién hecho y pan horneado flotaba en el aire, invitando a quedarse.
Sofía apareció en el porche, con su típica sonrisa que parecía capaz de disipar cualquier sombra.
--¡Valentina! --exclamó, abrazándola con fuerza--. Qué bueno que viniste.
Valentina correspondió al abrazo, sintiendo cómo l