36. Desenlace de guerra
La guerra no se gana con balas, sino con los cuerpos de quienes deciden ofrecerse para que otros sigan en pie.
La noche estaba cargada de un silencio extraño, como si el mundo entero contuviera el aliento antes de la tormenta. El escondite principal de los Vitali se levantaba en la distancia, un complejo fortificado entre bodegas abandonadas y galpones industriales que alguna vez habían pertenecido a contrabandistas menores. Ahora, se había convertido en un nido de serpientes dispuesto a resistir hasta el último aliento.
Luca observaba el terreno desde lo alto de una colina. A su lado, mapas extendidos sobre el capó de un vehículo iluminaban las posiciones enemigas con luces rojas. Varios de sus hombres hablaban en voz baja, ajustando municiones, comprobando radios y cuchicheando nerviosos. El olor a pólvora parecía impregnar el aire incluso antes de que la primera bala fuera disparada.
Valentina se mantenía a su lado, los ojos fijos en las marcas sobre el mapa. Había insistido en aco