Desperté en una hermosa habitación rodeada por Saya y otras personas. Lo de despertar así podría hacerse una costumbre.
Aún estaba molesta por su actitud y el no dejarme visitar la tumba de Xavier, ni tener ese último momento para despedirme.
Tenía ganas de gritar, pero las personas a mi alrededor no me quitaban los ojos de encima, parecían esperar algo de mí. Me sentí como una mascota nueva que ella luciría a su antojo.
-No me siento cómoda en esta situación Saya, será posible algo de intimidad- Dije entre dientes lo más despacio que pude.
-¡Ay Beth, cariño! Estábamos muy preocupadas por ti, jamás habíamos visto a alguien en tu estado...- Soltó una chica alta y rubia agitando las manos con histeria.
-¿Quién carajos es Beth?- Dije sorprendida y nerviosa. Los últimos días han sido tan raros. -Saya, de verdad, no tengo fuerzas para tus exposiciones frívolas sobre mi existencia.- Me puse una mano sobre los ojos y recliné la cabeza hacia atrás.
-Señorita Elizabeth ¿Recuerda usted qué