El día transcurría con aparente normalidad en la casa de Leonardo. Afuera, el cielo gris anunciaba una posible tormenta, y el aire cargado de humedad presagiaba una tarde pesada. Dentro, el ambiente era más silencioso de lo habitual, roto solo por el eco de los pasos de los empleados y el ocasional crujido de los muebles de madera cuando alguien se movía.
Camila realizaba sus tareas diarias con la dedicación de siempre, pero había algo diferente en su expresión. Desde la mañana, revisaba su teléfono con más frecuencia de lo habitual, como si esperara algo.
Su atención divagaba, sus pensamientos la alejaban del presente, y cada vez que el dispositivo vibraba con una notificación, su corazón latía más rápido de lo normal.
Mientras doblaba unas toallas en la lavandería, el sonido familiar de la vibración del teléfono la