Leonardo se pasó la tarde en su despacho, sumido en documentos que no lograban captar su atención. Se suponía que debía concentrarse en revisar informes, pero su mente estaba inquieta, vagando sin rumbo fijo. Una sensación incómoda lo había invadido desde temprano, sin razón aparente.
Cruzó las piernas, como siempre solía hacer, tomando una con sus manos para dejarla sobre la otra. Procedió a masajear para intentar pasar el sentimiento que lo embargaba, las cosas cada vez le parecían más extrañas a su alrededor. Su mirada se perdió en un horizonte que le parecía más claro cada vez, aunque estuviera encerrado en su despacho.
El sonido de su teléfono vibrando en la mesa lo sacó de su ensimismamiento. Miró la pantalla y frunció el ceño al ver el nombre que aparecía, Emma. No solía llamarlo en