A las 08:00 de la mañana, Estefanía estuvo en su puesto, pese a que entraba a las 08:30. Miró superficialmente su escritorio, sin atreverse a tocar nada hasta recibir instrucciones de su jefa directa, Danae Ortiz, asistente de Johannes Williams. No había encontrado información académica de la mujer, pero la imaginaba profesional y sofisticada, elegante. Algo así como sus maestras en la universidad, hábiles con los números y verdaderas estrategas.
Recorrió el piso. En un pasillo lateral encontró el baño y una especie de cocina, con mesa, refrigerador, alacenas y una máquina para preparar café. Salió pronto de allí antes de que le diera hambre y regresó a su puesto.
Además de un computador, en el escritorio de su jefa había unas cuantas carpetas y nada más, lo que reflejaba lo ordenada que era. Y el orden externo era el reflejo de un orden interno, mental y espiritual.
Estaba ansiosa. De su bolso sacó un pequeño chocolate y se relajó mientras se deshacía en su boca. En su teléfono a