CAPITULO 8 DAKOTA SPARROW

Mi infancia estuvo llena de muchas cosas.

Cosas como luces, cosas como cámaras y la gloria total de la atención superficial que puede tener una hija de una actriz.

Aunque solo éramos mamá y yo a veces, a veces solo era la niñera y yo.

La primera vez que vi reflectores, fue cuando mi madre me llevó a la premier de su película “Las manzanas solo caen en el suelo” ese día, descubrí los encantos de las atenciones de todos.

Me gustó tanto el mundo de mi madre que intenté ser como ella, ballet, canto, arte dramático y actuación. Solía salir en cada recital y obra de teatro que la escuela promocionara.

No destaqué en canto, ni ballet, no tenía pies izquierdos, pero el ballet requería disciplina, decisión y sacrificios, muchos sacrificios, y mi cuerpo no estaba en esos sacrificios.

En plena adolescencia me negaba a que cualquier parte de mi cuerpo fuese deformada. Así que ninguna de esas cosas sirvió mucho y en plena adolescencia, abandoné esa idea.

Vagabundeé por la senda de la desorientació
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