Vincent cerró la puerta de la sala detrás de nosotros, y por un instante, la tensión en el aire se volvió casi palpable. Él no dijo nada al principio, solo me miró, como si intentara medir mis pensamientos, mis dudas, mis miedos.
—Antes de mostrarte más —dijo finalmente, acercándose un paso—, quiero asegurarme de que comprendes algo, Havana. No hay vuelta atrás.
Su voz era un susurro grave, cargado de promesas que no terminaba de descifrar. Lo miré, sintiendo cómo el calor subía por mi cuello hasta mi rostro. Sabía que hablaba de su mundo, pero el tono de su voz y la forma en que sus ojos se clavaban en los míos hacían que cada parte de mí se sintiera expuesta.
—No estoy segura de nada —admití en un hilo de voz, sin apartar la mirada.
Vincent sonrió, esa sonrisa arrogante que siempre parecía tener el poder de desarmarme. En un movimiento lento, como si quisiera darme tiempo para detenerlo, alzó una mano y rozó mi mejilla con el dorso de los dedos.
—Havana… —murmuró mi nombre como si f