Desde la perspectiva de Havana
No lo buscaba.
Juro por Dios que no lo buscaba.
Solo iba por un maldito trago.
La música del club vibraba en las paredes como un corazón desesperado. Esa noche había decidido dejar de pensar. Dejar de analizar. Solo ser suya. Vincent me había hecho sentir tantas cosas en tan poco tiempo que caminar sobre ese terreno llamado “nosotros” era como andar sobre cristales descalza.
Pero al menos eran cristales brillantes.
Hermosos.
Valían el riesgo.
O eso pensaba.
Mis tacones resonaban suave sobre el mármol negro. El vestido de seda rojo que él me había hecho poner aún llevaba su olor. Mis labios todavía sabían a su boca.
Entonces los vi.
A ellos.
Ella tenía la mano en su pecho. Sonreía. Su rostro era belleza y veneno.
Y luego...
el beso.
Un beso rápido. Preciso. Como un disparo al alma.
Mi cuerpo no reaccionó. Solo mis ojos lo hicieron, negándose a parpadear, como si con eso pudieran detener el tiempo. ¿Lo vi bien? ¿De verdad eso pasó? Porque él... él no se al