El descanso terminó

Desde la perspectiva de Havana

Un mes.

Un mes entero de algo que parecía… paz.

Vincent y yo habíamos encontrado algo parecido a la normalidad. Si es que “normal” significa desayunar con un mafioso que se peina como si no hubiera matado a nadie, tener reuniones de prensa mientras él te lanza miradas que prometen desnudarte en la noche, y dormir con un cuchillo escondido bajo la almohada… por si acaso.

Pero no me quejaba. Porque, aunque sonara retorcido, había encontrado algo de hogar en este caos.

Estábamos en el apartamento. Yo en pijama, comiéndome una cucharada gigante de helado directamente del envase, y Vincent con la camisa desabotonada, leyendo mensajes en su celular con expresión neutra. Demasiado neutra.

Y fue justo ahí, en medio de la calma forzada, que sonó el teléfono de la línea fija.

¿Línea fija? ¿Quién usa eso ya?

Vincent y yo cruzamos miradas. Yo arqueé una ceja. Él frunció el ceño.

—¿Esperas una llamada de 1995? —le dije.

—No. Eso solo suena cuando es algo importante…
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