28. Besos y sonrisa: su sentencia
Es irremediable que no sienta un profundo desliz de rabia una vez coloca los ojos Marie mientras su mente procesa sus palabras.
Claro…
Victoria.
Pero en tal caso de que haya sido ella, Richard no tiene ningún derecho sobre ella y su hijo para gritar a toda voces que él es maldito padre. ¡No lo es! Una rabia aglomerada en su entrañas se disparan con vigor, sintiendo la opresión en su pecho como si tuviera la punta de un cuchillo sobre su piel.
Deja la mesa para pasarse la mano por la cabeza, perdiendo la poca paciencia que le quedaba.
—No tengo pruebas de que haya sido ella —comienza Roxanne—, pero tengo motivos para desconfiar. Pero ahora, ese imbécil me escuchará —y señala la puerta mientras no quiere controlar sus ganas se refugian simple enojo, desesperación y cólera. Con tales emociones no se piensan bien, y Roxanne no está en todos sus cabales.
—¡Roxanne, espera! —la ataja Marie por el brazo—. No debes agarrar emociones. Viniste desde tan lejos, no has comido, debes estar ex