La luz de los candelabros proyectaba sombras danzantes sobre el mantel de damasco blanco. Clara observó cómo el mayordomo servía el vino con precisión milimétrica, llenando cada copa hasta el mismo nivel exacto. La cena familiar de los Delacroix, que en otro tiempo le había parecido un refugio, ahora se asemejaba más a un campo de batalla donde las armas eran miradas y palabras cuidadosamente escogidas.
—Señorita Morel —dijo Victor, rompiendo el silencio con una voz aterciopelada que contrastaba con la frialdad de sus ojos—, he notado que tiene usted un gusto exquisito para la literatura. Los volúmenes que selecciona de la biblioteca familiar son... reveladores.
Clara mantuvo la compostura, aunque sintió cómo un escalofrío recorría su espalda. Desde hacía días, Victor la observaba con una intensidad inquietante, como si intentara descifrar un enigm