El tiempo se había congelado.

Sophia de pie, tambaleándose ligeramente, sangre goteando de sus vendajes pero sosteniendo el arma con firmeza que contradecía su edad y condición. El cañón apuntaba directamente al corazón de Lady Agatha, quien por primera vez en décadas parecía genuinamente asustada.

—Dame una razón —Sophia dijo, su voz temblando pero su mano firme—. Dame UNA sola razón para no apretar este gatillo ahora mismo.

Nadie se movía. Los guardias habían desenvainado sus armas pero no se atrevían a disparar. No a una niña. No a una niña herida que acababa de descubrir que toda su vida había sido mentira construida sobre mentiras.