Amargura

La ropa de Helen fue traída hace un rato y cuando se acercó al armario para empacarla, una de las lobas cuyo nombre había aprendido era Lizzy, abreviatura de Elizabeth, la sacó de allí.

Ella se burló y le hizo entender a Helen que no había espacio en el armario y que su ropa tendría que quedarse en caja que estaría en el suelo. Ella no discutió. Ella simplemente obedeció. Dejó la caja en el suelo y se dirigió a la cama donde había estado acostada durante casi dos horas, sin decirle una palabra a ninguno de ellas.

Intentó dormir, pero hacia demasiado frío, la ropa y las finas mantas no eran suficientes. El reino del norte siempre fue frío, no como el este que era cálido. Estaba acostada de costado, de cara a la pared con las manos debajo de la oreja a modo de almohada y todo lo que podía escuchar eran los poderosos latidos de su corazón. Sintió que iba a salirle por la oreja y caer en sus manos.

«Tal vez debería hacerlo para que ella simplemente muriera y terminara con todo esto» Pensó
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