La noticia llegó un lunes por la mañana, tan fría y concisa como la voz que la pronunció. Clara Romero estaba organizando la agenda de la semana de Marcos Soler, un laberinto de reuniones y compromisos inquebrantables, cuando la puerta de su despacho se abrió de golpe. Marcos apareció en el umbral, impecable como siempre, pero con una carpeta bajo el brazo y una mirada que anunciaba un cambio de planes.
-Señorita Romero -dijo, su voz grave resonando en el pulcro silencio de la oficina.
-Necesito que prepare su equipaje. Y su documentación.
Clara levantó la vista, sorprendida. -Disculpe, ¿mi equipaje?
-Nos vamos a Barcelona. -Marcos no dio detalles, solo la miró con esa intensidad habitual.
-La Feria del Libro. Dos días. Necesito que me acompañe a todas las reuniones. Será una inmersión completa.
El corazón de Clara dio un vuelco. ¿Barcelona? ¿Dos días de convivencia forzada con El Tirano? La idea era tan emocionante como aterradora.
La oportunidad de observar a Marcos en un entorno d