La entrega de los primeros diez capítulos de "El Editor de Acero" a Marcos Soler marcó un antes y un después en la dinámica entre Clara y él.
Clara había esperado una crítica fría, un análisis implacable de cada párrafo, pero lo que recibió fue algo mucho más complejo y, a la vez, más desafiante.
Marcos la convocó a su oficina una semana después de la entrega. Clara entró con el corazón latiéndole con fuerza, preparada para la batalla. Él estaba sentado en su escritorio, con el manuscrito impreso sobre la mesa, cubierto de anotaciones en tinta roja. Clara sintió un escalofrío.
"Siéntese, señorita Romero", dijo Marcos, sin levantar la vista. Su voz era neutra, lo que la ponía aún más nerviosa.
Clara se sentó, intentando mantener la compostura. El silencio se prolongó, solo roto por el leve zumbido del aire acondicionado. Finalmente, Marcos levantó la vista, sus ojos fijos en los de ella.
"He leído los primeros capítulos", comenzó, y Clara contuvo el aliento. "Son... diferentes. Má