27. Pequeña princesa
27. Pequeña princesa
Nova observó fijamente el ramo de rosas rojas en el florero de su habitación. Dejó escapar un suspiro mientras acariciaba uno de sus pétalos con delicadeza.
Aún no sabía quién era la persona que se las enviaba, pero desde hace cinco años las recibía todos los días, en el mismo horario. Era ya un ritual para ella.
El timbre sonó y Nova no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en su rostro. Era absurdo, totalmente ilógico sentirse emocionada por los detalles de un completo extraño, pero tenía que admitir que se sentía bonito.
Desde que llegó a Los Angeles se dedicó a sus estudios, su trabajo y a cuidar de Nikki. No era la supermamá, pero hacía todo lo que estaba en sus manos para estar con su hija tanto tiempo como era posible.
El timbre volvió a sonar. Nova se levantó de la silla, se echó un último vistazo al espejo y se apresuró a la sala para abrir la puerta.
Como todas las mañanas, se encontró con el repartidor, a quien ya conocía muy bien.
—Buenos días, señora