Cap. 91. ¡Ella me necesita!
La sirena de la ambulancia rasgaba la noche como un lamento metálico. Sus luces rojas y azules pintaban destellos sobre el rostro de Francesco, que sostenía con ambas manos la de Marisol. La sangre le corría entre los dedos, pegajosa y tibia al principio, pero cada vez más fría. Sentía la pierna arder por la bala que lo había rozado, pero ni siquiera reparaba en su propio dolor; solo veía el rostro apagado de Marisol.
- “Resiste, Marisol”, dijo Franscesco y su voz temblaba como un cristal a punto de romperse. “No me hagas perderte ahora, cuando recién encontré el valor para decirte lo que siento”.
Ella apenas gimió, un sonido apagado que se ahogó en la sirena. Los paramédicos se movían rápido, preparando su ingreso al hospital.
Ya en urgencias, el caos se volvió precisión. Tubos, guantes, mascarillas, bisturís; un ballet frenético de manos expertas. Cortaron la blusa de Marisol para acceder a la herida y comenzaron a canalizar venas. Francesco intentó seguir, tropezando con una