Cap. 10. Tu partida es mi única puerta
La iglesia estaba en silencio, rota solo por los rezos monótonos y El eco de los pasos sobre la piedra. Caroline, cubierta con un velo negro, con los ojos hinchados se mantenía firme, aunque por dentro sentía que el mundo se derrumbaba con la partida de la Nana. Nadie sospechaba que esa despedida sería también el inicio de otra.
Entre los asistentes, Marisol se acercó despacio. Parecía una más de las mujeres de luto, cargando un misal entre las manos. Se inclinó junto a Caroline, como para dejarle un pañuelo. Sus dedos se rozaron apenas, y en ese instante, Caroline sintió el sobre delgado deslizarse en su palma.
- "Reza, hija", susurró Marisol sin mirarla. "Y no te detengas cuando llegue la hora".
Caroline apretó el misal contra el pecho, fingiendo devoción. Dentro, con un gesto disimulado, palparía el contenido: dinero en efectivo, una identificación distinta, un pasaje en bus para una ciudad más pequeño y luego un boleto de tren a un pueblo en la montaña. El destino parecía peque