Capítulo XXVIII

Leonidas se preguntó si Marisa tendría idea de lo preciosa que era, del placer que le producía tenerla desnuda en su cama. Quería abrazarla y retenerla contra sí durante el resto de su vida.

Inclinó la cabeza para besarla en los pechos y luego en la boca.

-Tú no has llegado orgasmo - susurro Marisa .

Leonidas sonrió.

-Tenemos toda la noche por delante, cariño mío.

-Ahora me toca a mí darte placer -murmuró Marisa , que a continuación se irguió y se sentó a horcajadas sobre él.

Adoraba el sabor de Stavros, la textura de su piel, y disfrutó besándolo, lamiéndolo, torturándolo con sus íntimas caricias.

¿Podían mejorar aún más las cosas?, se preguntó largo rato después. Lo que habían compartido no había sido mero sexo. Había sido algo más. Mucho más. Al menos para ella...

Se durmieron abrazados, pero a lo largo de la noche volvieron a hacer el amor semidormidos.

Al amanecer compartieron una larga ducha en la que los juegos dieron paso a otra cosa. Marisa encontró intensamente excitante hac
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