Eva
El agua caliente caía sobre mi piel como un bálsamo, el único consuelo que había encontrado en días. Cerré los ojos dejando que el vapor me envolviera, intentando no pensar en nada, especialmente en él. Damián se había convertido en una presencia constante, incluso cuando no estaba físicamente cerca. Era como si hubiera dejado una huella invisible en cada rincón de mi vida.
Pasé la esponja por mi hombro izquierdo y sentí un escozor repentino. Fruncí el ceño, confundida. No recordaba haberme lastimado. Giré el cuello para intentar ver qué ocurría, pero el ángulo era imposible. Terminé mi ducha apresuradamente, envolviendo mi cuerpo en una toalla antes de acercarme al espejo empañado.
Con la palma de mi mano, limpié el vaho que cubría el cristal y me giré para examinar mi hombro. Lo que vi me dejó sin aliento.
Una marca rojiza, similar a un tatuaje pero con un brillo antinatural, se extendía desde mi omóplato hasta la curva de mi hombro. Parecían símbolos antiguos entrelazados, form