Oscuro Casi NEGRO
Oscuro Casi NEGRO
Por: Kesii87
1. La Borrachera de Abby.

Buenos días, aquí vengo a traerles esta apasionada historia sobre adolescentes. Espero que les guste.

Por cierto... esta historia tiene contenido +18 años, sexual y a veces un poco sado. 

El que avisa no es traidor...

Capítulo 1. La borrachera de Abby.

Narrado por Jay.

Abby Watson era una chica rebelde, independiente y una rompe corazones con los chicos, no quería nada serio, solía decir.

Era una chica guapa, de cabello moreno, pequeña estatura, delgada, que solía vestir siempre de negro, y eso le quedaba extremadamente sexy. Tenía 31 años, la misma edad que mi hermana.

Trabajaba en su propio estudio de fotografía y le iba muy bien, de hecho, se pasaba el día en él, pues era lo único que alimentaba a su familia. Tenía dos hermanos a los que sacar adelante y un padre borracho con el que ni siquiera se podía contar. Su madre murió en un accidente de coche cuando intentaba abandonar la ciudad, después de una dura pelea con su marido, quizás era por esto, por lo que Abby aún odiaba tanto a su padre.

Ella me gusta desde hace mucho, creo que empezó a gustarme cuando volví de las vacaciones de verano en casa de mis tíos y la vi allí, en la piscina de mi casa, tomando el sol junto a mi hermana.

Mi hermana y ella eran muy amigas, por eso siempre me mantuve al margen, era obvio que ella nunca se fijaría en el hermano pequeño de su mejor amiga. Siempre me trataba como justo eso, era el hermano pequeño de su amiga, tan sólo era un niño. Pero lo cierto es que en aquel momento ya no eran tan niño, tenía veintitrés años, mientras ella casi me pasaba diez años. Pero no me importaba, ella era preciosa.

Tenía a miles de chicos alrededor, por supuesto, no era la típica chica de la que los chicos suelen enamorarse, ella era una chica diferente a cualquier otra de mi edad, o a cualquier otra que hubiese conocido con anterioridad. Para empezar, vestía de forma extravagante, y algo heavy, le encantaba vestir de negro, pero a la vez sexy. Tenía una forma de ser demasiado complicada, eso lo sabía bien.

Solía salir a divertirse a discotecas todas las semanas, y ello le servía para encontrar un tío con el que irse a la cama, aunque al día siguiente, ni siquiera le recordara.

Ella era ese tipo de chica, una chica muy parecida a la forma de ser de un tío en cuanto al sexo se refiere. No quería novio, estaba bien sola, y odiaba encariñarse con los hombres.

Quizás por eso yo no tenía la esperanza de tener algo con ella. Era complicada, demasiado inalcanzable para un chico como yo.

¿Queréis que hable de mí? Es eso ¿no? Eso es lo que esperáis. Pues os contaré un poco sobre mí.

Era un chico muy común, que solía pasar desapercibido entre las mujeres mayores, pero a las de mi edad las traía loquitas. Quizás era por mi timidez, por mi pose de tipo reservado y sexy, quizás por mi escultural cuerpo de chico macerado en deporte, por mi voz masculina, quizás por todas esas cosas, quizás me equivocaba y no era ninguna de ellas. El caso es que era un don Juan, pero lo tenía bien escondido. La mayoría de la gente que me conocía no tenía ni idea sobre mí, no conocía mis gustos en lo absoluto, nadie tenía ni idea de que solía pasarme los días pensando en Abby Watson, incluso cuando me acostaba con las chicas de mi edad pensaba en ella.

Era un chico casi tan complicado como ella, pero eso nadie lo sabía, por supuesto, y no dejaría que nadie conociese ese lado de mí jamás. Estaba bien así, dejando que todos los demás pensasen que era un buen chico, ese tipo de chico amable, aventurero y romántico del que cualquier chica moría por tener como novio, pero como bien os digo, yo no era así, en lo absoluto.

Amaba el fútbol, eso es lo único cierto en toda esta historia. Formaba parte del equipo en la universidad, y por las tardes solía ir a los entrenamientos. Mi sueño, por supuesto, era llegar a ser un futbolista profesional, y no tenía otras metas.

Pero dejemos de hablar de mí, este capítulo no trata en lo absoluto sobre mí, trata sobre ella, de cómo la encontré cuando volví a casa, esa noche, justo después de pasarla con el equipo hablando sobre los próximos partidos de la temporada, casi me caigo del susto al entrar en mi habitación y verla recostada en mi cama, vestida con una de mis camisetas y nada en la parte de abajo.

Casi tardé una eternidad en reaccionar, fijándome en cada detalle de aquel cuadro que tanto se me apetecía, con el que había soñado millones de veces: tener a Abby Watson tumbada en mi cama, en mi habitación, a mi merced.

Estaba tumbada sobre su lado izquierdo, con una de sus piernas ligeramente levantada, posando su muslo sobre la cama, su cabello estaba enmarañado, cubriéndole gran parte del rostro, y su labio inferior ligeramente entre abierto. Su rostro, era realmente precioso.

Me atreví a bajar la mirada, de nuevo, fijándome en cómo sus pezones se transparentaban a través de mi camiseta. Eran redondos, firmes, perfectos, y yo me moría por acariciarlos. Tragué saliva, intentando contenerme, atreviéndome a bajar un poco más la mirada.

Sus bragas negras, de transparencia, mostrándome su hermoso trasero, firme y no excesivamente grueso hizo que me faltase el aire, y notase una ligera mejoría en mis pantalones. Verla en aquel estado me estaba poniendo a tono.

Estaba borracha, de eso no había ninguna duda. Y supe en seguida que era lo que había sucedido, había salido con mi hermana, y se había quedado a dormir en mi habitación pues seguramente, mi hermana lo habría sugerido.

Ya había sucedido antes, pero esas veces siempre solían notificármelo a mí teléfono, incluso, quizás lo habrían hecho… Lo cierto es que ni siquiera había mirado el teléfono en todo el día.

¡Dios! Iba a volverme completamente loco.

Se movió un poco, lo que hizo que me tapase la boca y dejase de respirar, tan sólo un par de segundos, aterrado de que pudiese descubrirme allí. Pero no lo hizo, tan sólo rodó, cambiando su postura, poniéndose boca arriba, con su mano sobre su rostro, aún dormida.

En ese momento, podía ver su abdomen, desnudo, su pelvis, su afeitado coñito a través de sus bragas, y todo ello sólo me hizo desearla aún más.

Me acerqué, despacio, levantando la mano derecha, acariciando su suave piel, apartándole el cabello de la cara, y me detuve en sus labios. Eran perfectos, rosados y gorditos, me moría por besarla, pero no lo hice, no quería que despertase, no aún.

Bajé la mano un poco más, acariciando con las yemas de los dedos su cuello, bajando un poco más, deteniéndome en sus endurecidos pezones para hacer la presión justa, deslizándo mis dedos un poco más, hasta llegar a su sexo. Lo acaricié despacio, aún por encima de las bragas, observando como ella se estremecía un poco.

Me detuve, me quité los zapatos, y los pantalones, con rapidez, para luego sentarme junto a ella, con sumo cuidado, para no despertarla, agarré su mano, esa que descansaba sobre su rostro, y la posé sobre mi miembro, aún con calzoncillos, para luego volver a acariciarla un poco más. De nuevo, ella se encogía, entreabriendo la boca, despacio, al mismo tiempo que dejaba escapar un par de suaves gemidos.

Aquello sólo consiguió aumentar mi temperatura corporal.

Metí la mano por dentro de sus bragas, y la acaricié, despacio, escuchándola gemir de nuevo, pero sin abrir sus ojos aún. Sabía que mis caricias la habían despertado, pero, aun así, ella insistía en seguir con los ojos cerrados, y tenía el remedio perfecto, para hacerla despertar del todo. Bajé sus bragas un poco, para luego meter mi mano entre sus pliegues, y sentir la humedad de su coño en mi mano.

¡Dios! Estaba chorreando, y eso sólo me hacía desear metérsela sin miramientos. Pero debía calmarme, debía recordar dónde estábamos, quién era ella, y, sobre todo, quién era yo.

Metí dos dedos dentro de ella, haciendo que se despertase de golpe. Pero no me apartó, tan sólo se quedó ahí, gimiendo entre susurros, mientras yo seguía metiendo mis dedos dentro de ella.

Me detuve, de pronto, tan rápido como nuestras miradas se cruzaron, observando como ella se percataba de que era yo, y su cara se torcía un poco, como si no fuese lo que esperaba para nada. Supe en ese instante que tenía que hacer algo antes de que ella me apartase, antes de que ella dijese que estaba mal.

Metí la cabeza entre sus piernas, haciendo que ella se quedase muda con ello, sonreí con malicia, y abrí sus piernas, comenzando a lamer su sexo, escuchando sus gemidos de placer al hacerlo.

Levanté mi camiseta y toqué sus pechos, mientras ella seguía gimiendo.

¡Joder! Su sexo sabía tan bien. No se parecía en nada a ninguno que hubiese devorado con anterioridad. Sus gemidos crecieron tan pronto como mordisqueé su punto más frágil, para luego succionarlo, escuchándola disfrutar con ello, incluso su cuerpo se curvó y viró la cabeza hacia atrás.

  • Oh, por favor – suplicó, mientras apretaba mi cabeza contra su sexo, al mismo tiempo que yo dejaba de absorberlo y me centraba tan sólo en acariciar con mi lengua su punto más frágil, haciéndola gemir un poco más – Oh, ¡joder!

Su cuerpo llegó al clímax en ese justo instante, y su intimidad así lo mostró. ¡Joder! Estaba tan húmeda, tan mojada, que sólo quería hacer una cosa.

Levanté mi cabeza para mirarlo, observando como ella se corría del todo, a borbotones. Era la primera vez en toda mi vida que veía a una mujer correrse así, y eso me dejó tremendamente enamorado.

Me quité los calzoncillos y me subí sobre ella, mientras ella me miraba contrariada.

  • Jay – me llamó, algo intimidada por la situación.

  • Finge que estás borracha – pedí, apoyando mi pene sobre su sexo, haciéndola estremecer – y disfruta.

Se la metí sin contemplaciones, entrando hasta el fondo, haciéndola estremecer, y no dejé de mirarla cuando volví a la carga, ella tan sólo me miró, sin dejar de disfrutar ni un solo segundo. Se la introducía sin detenerme, lentamente, mientras ella se dejaba llevar por ello, era tan lento, que casi parecía que le estaba haciendo el amor, en vez de otra cosa. Creo que lo que más nos gustaba a ambos era cuando la metía hasta el fondo, rozando mi pelvis con su clítoris, haciendo que le gustase mucho más.

Apretó mi trasero contra su sexo, como si quisiese intensificarlo, lo que provocó que emitiese un prolongado gemido, mientras ella me observaba con detenimiento.

  • Oh, Jay – gimió, mientras apretaba mi trasero un poco más, dejándome claro que estaba a punto de volver a correrse – no te detengas – suplicó, haciéndome intensificar las embestidas, sólo un poco, sólo lo necesario para escucharla correrse – Sí, sí, sí – gritaba, poniéndome tan burro, que me corrí en ese justo instante, al mismo tiempo que lo hacía ella.

Nos miramos, y entonces la besé, sin tan siquiera sacar mi polla de su interior, mientras ella se aferraba a aquel beso, obligándome a intensificarlo un poco más.

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