EL GUARDAESPALDAS DE MI HERMANO: 3. He estado recibiendo cartas desde prisión
— ¿Mami? — llamó la pequeña Raquel con voz queda.
— ¿Sí, cariño? — bajó el rostro. Llevaba la última media hora aferrada a ella como su único soporte, tarareando su canción favorita y acariciándole la mejilla.
— ¿Crees que Leonas vaya a estar bien? — preguntó preocupada.
Elizabeth no pudo evitar sonreír.
— Lo estará, mi sol.
— Que bueno, mami, porque no quiero que le pase nada malo. Leonas me agrada y…
— ¿Y qué, mi amor? ¿Qué pasa?
— Es que… me hubiese gustado tener un papá como Leonas.
El corazón de Elizabeth trepidó de forma inesperada.
— ¿Eso te gustaría?
— Mjum — y se volvió a recostar en su pecho. Muchas veces había fantaseado, en su inocencia, con esa posibilidad
Minutos después, había conseguido que se quedara dormida, así que la recostó en la cama y cubrió la mitad de su cuerpo con una frazada.
Fuera no se escuchaba nada, ni siquiera el soplo del viento, así que se vio a sí misma en la necesidad de querer asomarse y descubrir qué diablos era lo que pasaba, pero ento