59. Estás completamente muerto para mí.
Un horrible escalofrío recorrió la piel de Ana Paula. Se giró horrorizada.
— ¿Qué?
— ¿Pensabas que ibas a irte con el niño? — inquirió de forma irónica, aunque en el fondo dolido, asustado por cómo serían sus días sin esa cínica mujer.
— Es mi hijo — sentenció con fuerza —. No me lo quitarás.
— No, porque fuiste tú quien me lo cedió.
— ¿Qué? ¡No! ¡Yo jamás hice eso!
— Esto dice lo contrario — alzó el sobre que tenía en su mano y se lo mostró —. Ábrelo.
Temerosa, Ana Paula obedeció. Sacó del interior un papel que enseguida se puso a leer, y no se escandalizó hasta ver su firma al final, donde señalaba que entregaría a su hijo al nacer y ella se desentendería completamente.
Alzó el rostro y lo miró asustada.
— ¿Qué… qué es esto? ¡Yo no firmé esto!
— Lo hiciste el día de nuestra boda.
— ¡No! ¡Pero…! — ahogó un jadeo al recordar. Había firmado varias páginas sin leer detenidamente, pues pensó que solo era un trámite — ¡No, no, no! ¡No puedes hacerme esto! ¡Me llevaré a mi bebé!