38. ¡Señor, tiene que ir a ver a su esposa!
Leonas oteó el reloj en su muñeca, inquieto. Había estado esperando a Elizabeth durante la última hora desde que uno de sus hombres en la mansión Torrealba la informó que ya iba de camino, así que no esperó un segundo más y decidió llamarla.
No contestó.
Ni en ese ni en los demás intentos. Entonces contactó al chofer.
— Señor, buenas noches.
— ¿Estás con Elizabeth?
— ¿Con la señora Elizabeth? Pero… no comprendo, señor. Yo la dejé en su casa como me lo pidió. Espere un segundo — Leonas suspiró —. Señor, me informan que la señora Elizabeth sí vino a la mansión, pero así mismo volvió a salir.
— ¿Sola?
— Sí, uno de los guardias quiso acompañarla porque…
— ¿Por qué, qué?
— Se veía extraña, pero ella ordenó que la dejaran sola.
Leonas volvió a mirar su reloj, extrañado.
— ¿Hace cuánto de eso?
— Dos horas, quizás un poco más, no lo sé. ¿Quiere que…?
— No, yo me encargo.
Tan pronto colgó, comenzó a localizarla por el dispositivo de rastreo que tenía de todos los teléfonos de la f