Para el fin de semana, Alejandro le escribió un mensaje de texto. Sin embargo, no fue su típico mensaje. Ese que solamente contenía una fecha y hora.
Esta vez, el lugar de encuentro había cambiado. Ya no era su departamento, el único lugar donde solían verse.
La extraña dirección le hizo pensar que probablemente su prometida ya se había mudado con él. No sabía por qué, pero saberlo no le hacía sentir nada bien.
Pero así eran las cosas. Así habían sido siempre.
Evidentemente, consideró la idea de negarse.
¿Quería verlo luego de lo que le hizo a Marcos?
Por supuesto que no.
¿Tenía opción?
También era un no. Solo le restaban cuatro meses para que la dejara en paz y cada quien continuara con su vida como si nunca se hubieran conocido. O al menos eso deseaba.
Verdaderamente, estaba aliviada de que no la hubiera molestado en los últimos días. Por un momento, había jurado que le haría la vida imposible luego del altercado. Pero no. No le escribió y no la buscó hasta esa mañana.
Sin embargo,