La imagen que recibió a Corleone lo dejó embelesado. Caterine llevaba puesta otra de sus camisetas y, al igual que la anterior, le cubría hasta la mitad del muslo. Se preguntó si estaría usando algo debajo, y la simple posibilidad de que no fuera así lo encendió de inmediato. Al parecer, estar cerca de Caterine significaba vivir en un estado de constante excitación.
Ella se movía por la cocina con completa seguridad, casi parecía la dueña del lugar. Corleone, que siempre había sido receloso con su espacio personal, descubrió que no le molestaba ni un poco tenerla allí, dejando su rastro allá donde fuera. De repente, se encontró preguntándose que se sentiría tenerla allí cada día.
Sabía lo apresurado que sería pedirle que se mudara con él cuando su relación acababa de comenzar, incluso si sentía correcto. Prefería dejar que las cosas fluyeran a su propio ritmo.
—¿Qué estás preparando? —preguntó con voz baja.
Caterine dio un respingo y soltó un pequeño gritito antes de girarse y lanzarl