Corleone observó la imponente casa de los Vanucci desde el interior de su auto, tomándose un instante antes de bajar. Se dio cuenta que solo estaba prolongando lo inevitable, así bajó del auto y se dirigió hacia la entrada principal. El ama de llaves lo recibió en la puerta unos segundos después de llamar a la puerta.
—Los señores lo esperan en la sala principal —informó la mujer con cortesía.
Él asintió en silencio y avanzó por el pasillo, preparándose mentalmente para lo que estaba por venir. Tenía el presentimiento de que no sería nada fácil, pero sus pasos no vacilaron y tampoco consideró echarse para atrás.
Antes de llegar, el sonido de las risas de su padre y Edmundo flotó en el aire, mezclándose con el eco de las conversaciones distantes. No necesitó verlos para saber que ambos ya habían sacado sus propias conclusiones sobre el motivo de aquella reunión y estaban entusiasmados.
—Buenas noches —saludó al entrar.
—Hijo —respondió su padre con una sonrisa, mostrando una inusual cal