Corleone quería ir tras Caterine, detenerla antes de que llegara a la salida y arrastrarla de regreso a su oficina. La idea de mantenerla encerrada allí hasta que fuera demasiado tarde para que fuera a su cita cruzó por su mente.
Estaba fuera de sí mismo, pero ya no le parecía tan extraño. Caterine lo volvía loco. No podía sacarla de su mente, por más que lo intentara. Después del tiempo que había mantenido el deseo debería haber mitigado… Evidentemente, no era así. Aún seguía sin entender porque ella lo afectaba como ninguna otra persona, pero en unos días sería libre para averiguarlo.
Una sonrisa asomó en sus labios. Llevó el pulgar hasta ellos, acariciándolos distraídamente. Todavía podía sentir el sabor de los labios de Caterine en ellos.
Debería estar furioso por la forma en que Caterine había reducido el beso a algo sin importancia, pero no podía negar que todo aquello lo entretenía. Ni siquiera su trabajo le había provocado jamás una emoción como la de enfrentarse a Caterine. L