—Tú lograste el milagro de convertir a mi niño quejoso y gruñón en un hombre disciplinado y más alegre. No hay palabras para agradecerte.
—No ha sido nada—se sonrojó— Ha sido su energía y disposición, que finalmente canalizó de forma sanadora y apropiada.
—No te quites mérito, niña. Mi Aidan recuperó el humor y la alegría con tu presencia. Como mi grave y serio Milo se transformó con Regina, tú has hecho un trabajo similar.
—La diferencia es que lo mío es puramente profesional y fui formada para lograr esto—agregó ella con nervio.
No quería que Beatrice pensara que se aprovechaba de Aidan o algo así.
—Ya veremos en qué queda todo—murmuró la mujer, más para sí que para Sharon, y esta dejó pasar el confuso comentario—. Aidan está en su habitación—agregó— Me dijo que te esperaba allí—su cara se agrió— Me temo que en una distracción mía esa mujer, Summer, se coló en la casa y subió hasta allí, antes de que pudiera pararla.
—No es problema, de seguro él estaría esperándola —contestó con fa