Una vez más, sus ojos lucían desorbitados por la sorpresa al verme subir el colectivo para seguir el mismo camino que nos llevaría al Instituto.
— ¿Puedo sentarme allí? Me gusta ir del lado de la ventana. — preguntó acercándose a mi asiento.
Lo miré con desprecio y solo pude contestarle lo obvio:
— Tienes suficientes ventanas libres, ¿no te parece? — le dije mientras paseaba la mirada por el colectivo vacío.
— No me gusta viajar solo. — sonrió.
Ofuscadamente lo dejé pasar por mi lugar para que se sentara en el asiento vacío que tenía al lado y que daba justamente a la ventana.
— ¿Sos tan exasperante siempre?
— La mayor parte del tiempo. — respondí a secas.
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