Nelson tenía la mandíbula tensa de rabia, pero sus amigos, ajenos a todo, seguían con sus burlas como si nada.
—Pero si Nelson está como quiere... ¿Qué más puede querer Ivana? ¿Un toro o qué?
—¿No es obvio? Seguro que como en casa no le dan lo que necesita, anda buscando fuera. ¡Resultó tremenda la señora!
Las risas subieron de tono justo cuando Nelson avanzó directo hacia Ivana.
—Ivana —dijo con una voz baja, fría, sin expresión—, ¿quién es este tipo?
Ella ni parpadeó.
—Ya no es asunto tuyo.
Y ahí sí, a Nelson se le nubló la mirada. Le agarró la barbilla con fuerza y se le acercó, casi pegado a su cara.
—¿Qué pasa contigo? ¿Tan poco te aguantás estar sin un hombre?
Ivana ya no se sobresaltó. Estaba cansada de esos arranques, de las humillaciones. Pero su amigo, incómodo, intentó intervenir:
—Nelson, no es lo que piensas, Ivana y yo solo...
—Exacto —lo interrumpió ella, alzando la cabeza con una sonrisa filosa—. ¿Y qué? Si como esposo no das la talla, ¿esperas que me quede eternamente con las ganas?
Cuando Ivana soltó esas palabras, el silencio fue inmediato.
Nadie se atrevía a decir nada. Los amigos de Nelson se quedaron mirándola boquiabiertos.
Todos sabían que él jamás la tocaba, y que Ivana siempre se había comportado con dignidad.
Sus bromas de hace un rato eran solo para molestarla. Pero ahora... ahora ya no estaban tan seguros de si hablaba en serio.
Nelson sintió un escalofrío.
—¿Qué dijiste?
Ivana sostuvo su mirada con una calma insolente.
—¿Dije algo que no sea cierto? Si no querés cumplir como hombre, no veo por qué no podría buscar afuera algo que sí me haga sentir viva.
Antes de que pudiera terminar de hablar, Nelson la cargó de golpe al hombro y salió del lugar a paso firme, ignorando por completo los gritos de Ivana.
La arrojó dentro del auto con brusquedad. El chofer, al notar la tensión, bajó enseguida. Cerró la puerta sin decir palabra, dejándolos solos en ese espacio cerrado y cargado de tensión.
Nelson se abalanzó sobre ella, con el cuerpo rígido, como si contuviera una furia que ya no sabía cómo manejar.
Ivana, por primera vez, sintió miedo.
—¡Nelson! ¿Qué estás haciendo?
Él soltó una carcajada seca, llena de rabia y sarcasmo, mientras se aflojaba la corbata sin dejar de mirarla.
—¿No decías que no te dejo satisfecha? Bueno... vamos a ver si ahora sí quedas contenta.
Y sin darle tiempo a reaccionar, la besó con violencia.
Era un beso profundo, dominante, sin rastro de ternura.
No era la primera vez que sus labios se encontraban; antes de casarse, sí hubo momentos así.
Pero después del matrimonio, Nelson se volvió frío, distante... y jamás volvió a acercarse a ella.
Y ahora, reencontrarse con el sabor de su boca lo sacudió por dentro. Había olvidado lo suave que era... y eso lo descontroló aún más.
La giró de forma brusca, obligándola a arquearse, buscando una posición que lo excitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
—¡Ah...! —Ivana soltó un gemido entre susto y dolor, e intentó zafarse, forcejeando.
Justo en ese momento, el celular de Nelson sonó con insistencia.
Se detuvo. Al ver el nombre en pantalla, frunció el ceño y contestó de inmediato.
—¿Qué pasó?
Su expresión cambió por completo.
—¿Elena está en urgencias?