Ivana quedó paralizada. Nelson… había muerto.
Ese día, en el cementerio de Lumora, frente a la tumba, Ivana miraba la foto en blanco y negro de Nelson, con una mezcla de sentimientos difíciles de identificar.
Jamás imaginó que, después de aquella despedida seis meses atrás, la próxima vez que lo vería sería de esa manera.
Su madre, al notar la expresión en su cara, no pudo evitar hablar:
—Ivana, ¿me culpas a mí? —dijo con voz baja.
—En su momento, Nelson sí te envió un mensaje. Dijo que si no aceptabas tener un hijo con él, rechazaría el tratamiento con células madre...
Hizo una pausa.
—Pero tú dijiste que no querías saber nada ni de su vida ni de su muerte. Por eso, fui yo quien decidió no contártelo. Si tienes que culpar a alguien, culpa a mamá.
Ivana, finalmente reaccionando, le sonrió suavemente.
—¿Mamá? ¿Qué cosas dices? Tú fuiste muy clara en ese entonces. Fue mi decisión, no la tuya.
Isabela bajó la mirada, visiblemente conmovida.
—Pero si yo te lo hubiera dicho en ese momento.