Ivana se quedó paralizada justo antes de tocar la puerta.

Ella fue quien lo rescató, quien lo sacó de esa montaña arriesgando su vida, ¿y ahora decían que había sido Elena?

Desde adentro, se escuchó la voz suave de Elena, casi temblorosa:

—Nelson... te metiste en ese peligro solo por querer regalarme ese venado. Lo mínimo que podía hacer era devolverte el gesto. Pero...

No alzó la voz ni cambió el gesto, pero sus palabras pesaban distinto.

—No hacía falta que intentaras consolarme con eso. Yo sé que en el fondo... tú sigues pensando en Ivana. Lo supe desde que te lanzaste a salvarla durante aquel secuestro. No lo pensaste ni un segundo...

Uno de los amigos de Nelson soltó una carcajada.

—¡Ay, por favor! ¿Tú todavía crees que ese secuestro fue real? Si fue idea de Nelson desde el principio.

—¿Qué? —preguntó Elena en shock.

—Claro. Él contrató a esa gente para fingir el secuestro. Todo era parte del plan. Lo que quería era que tus papás se dieran cuenta de cuál hija les importaba más.

—¿Y lo de salvar a Ivana? Bah, puro teatro. Era para hacerla caer. Y vaya si funcionó: la tipa se enamoró y aceptó casarse sin pensarlo.

—Pero tranquila, Elena, eso fue solo por negocios. Él se casó con ella para vengarte, para devolverte el lugar que te arrebataron. Ya tiene todo listo para el divorcio, ¿verdad, Nelson?

Un silencio incómodo llenó la habitación.

Y luego, la voz fría y tajante de Nelson:

—Sí.

Afuera, Ivana dio un paso atrás, sintiendo cómo le temblaban las piernas.

Así que incluso eso... también había sido una mentira.

Nada fue real. Ni el rescate, ni las heridas, ni sus palabras. Todo fue parte del engaño.

Su celular vibró, sacándola de ese trance. Contestó sin pensar.

—Mi amor —dijo la voz cálida de su madre adoptiva—, el jet privado sale mañana al mediodía. No llegues tarde al aeropuerto, ¿sí?

—Claro, mamá. Estaré ahí.

Colgó y miró la puerta por última vez. Sus labios se curvaron en una sonrisa tranquila, pero amarga.

Quizás era mejor así.

Nunca le debió nada a Nelson. Nunca hubo amor, solo un contrato, una farsa.

No hubo nada real antes. Tampoco ahora.

Y mucho menos en lo que vendrá.

***

Con su partida ya fijada, Ivana se dedicó a cerrar los últimos asuntos.

Primero, arregló los papeles del divorcio con su abogado. Después, fue a reunirse con un viejo amigo en un club del centro.

Él era europeo, llevaba años viviendo en Lumora y se dedicaba principalmente a la gestión de activos.

Cuando Ivana llegó al país, sus padres adoptivos —temiendo que fuera objeto de amenazas o presiones— pusieron a su nombre varias propiedades.

Entre ellas, el campo de caza y contratos clave con empresas que, aunque trabajaban con las familias Ramos y Braga, en realidad le pertenecían a ella. Siempre los mantuvo en silencio, sin llamar la atención.

Pero ahora que pensaba marcharse, alguien debía encargarse de todo, y pensó en él.

Compartieron un par de copas, y cuando el ambiente ya era más distendido, él se atrevió a preguntar:

—Ivana, ¿estás segura de querer cortar todos los lazos entre tus empresas y las familias Ramos y Braga?Parece que tienen poder, pero en realidad llevan tiempo en caída. Si rompes esos contratos, los vas a dejar muy tocados...

Ivana no lo dudó.

—Sí. Estoy completamente segura.

Él sonrió, admirado.

—Entonces que aprendan a la mala lo que cuesta no saber valorar a quien tienen al lado.

La reunión terminó temprano. Ivana debía prepararse para el vuelo del día siguiente.

Al bajar por las escaleras del club, tropezó ligeramente. Su amigo la sujetó rápido del brazo.

—Perdón —dijo ella, algo incómoda.

Estaban muy cerca. Justo cuando intentaba alejarse un poco, levantó la vista... y se topó de frente con Nelson y su grupo de amigos, que venían saliendo de una sala privada.

Uno de ellos fue el primero en reaccionar con un silbido burlón:

—¡Vaya, vaya! Nelson, ¿esa no es tu esposa?

Otro se echó a reír:

—Qué rápido se te fue la pena, Ivana. Y yo que pensaba que eras más recatada...