En cuanto Valerie dijo “espera”, Alan no pudo evitar sonreír.
De todo lo que podía imitar, Alan tenía que copiar justamente la arrogancia de Mateo.
Si no fuera porque yo lo provoqué a propósito, quién sabe cuánto tiempo más seguirían peleados.
¿Cómo era que de la nada desaparecía el descaro de Alan?
Mientras pensaba en eso, Mateo acercó el plato de spaghetti hacia mí y, con una sonrisa tierna, me dijo:
—Sé que este es tu favorito, hice fila solo para comprártelo.
—¡Vaya, sí que sabes cuidar a tu esposa! Ese plato siempre es dificilísimo de conseguir, limitan la cantidad cada día. Mucha gente hace fila más de una hora y aun así no lo consigue.
En ese momento, los actores de alrededor comenzaron a murmurar, con evidente envidia en sus voces:
—¿Ah? ¿Hablan del restaurante famoso del sur de la ciudad? También lo he oído, dicen que la mayoría ni siquiera puede entrar a comer allí, necesitas ser socio.
—Exacto, ese lugar. Yo siempre me quedo afuera nomás mirando. Dicen que la comida es incre