Valerie abrió los ojos, bien sorprendida:
—¿Está loco o qué?
Yo dije que no y suspiré.
Lo de embarazarme tenía que ir despacio; sentía que entre más presionara a Mateo, peor iba a salir todo.
Por suerte, la salud de Embi estaba estable, y Javier me aseguró que, antes de los diez años, no habría problemas.
En el otro lado del set, Camila de la nada perdió la paciencia y aventó los utensilios de maquillaje al suelo.
Valerie se tapó la boca, con una sonrisa malvada.
Le pregunté:
—¿Y ahora qué le pasa a esa mujer?
Valerie dijo, traviesa:
—Es que siempre se las da de pura y santa, pero ese papel de mujer buena no le sale ni de chiste. Ya varios maquilladores famosos han intentado trabajar con ella, pero nada le queda bien. Samuel, el director, los veía y siempre decía que no quedaba satisfecho. Si no fuera por Carlos, que insiste y le suplica, seguro ya la habrían cambiado por otra.
—¿Pero no habían sacado ya el póster de promoción? Vi que ahí se veía guapa.
Valerie se rio con ganas:
—¡Eso