De la rabia, Alan y Valerie sacudieron sus teléfonos antes de colgar, y luego se quedaron mirándose.
Al final fue Luki el que rompió el silencio:
—Ustedes dos están solteros, y encima sus mamás los presionan para que encuentren pareja. Entonces, ¿por qué no se hacen novios y ya? ¡Sería perfecto!
Mientras lo decía, abrió mucho sus ojitos brillantes, mirando con toda la inocencia al par de enemigos, con su carita llena de confusión.
Yo casi me muero de la risa. ¡Qué bien dicho, hijo mío! Hasta sonaba razonable.
Pero, de repente, ya nada me parecía chistoso.
¡Maldición!
Alan había visto a Embi y Luki. ¿Y si sospechaba que eran hijos míos y de Mateo… y se lo contaba a él?
Con lo mucho que se parecen los niños a él, no era imposible.
Y claro, al instante, Alan se fijó en Luki.
Se inclinó, como si recién se diera cuenta de la presencia de los niños, y los miró detalladamente.
Valerie enseguida los jaló hacia atrás y le gritó:
—¿Qué miras tanto? ¡Vas a asustar a mis bebés! ¡Te las verás conmi