—¡Cállate! —Camila levantó la mano como si fuera a pegarle a Valerie.
Le agarré la muñeca con fuerza y, con odio, le dije:
—Si te atreves a tocarla, inténtalo. ¿Aún crees que no bastaron las dos puñaladas que te di?
Cuando mencioné esas puñaladas, Camila me miró con aún más ira.
De repente, Carlos me dijo:
—Basta, Aurorita, somos hermanos, ya no hablemos de lo de antes.
Solté la mano de Camila y, burlona, le respondí:
—Traes a Camila frente a mí y aún quieres que no mencione lo de antes, ¿crees que tengo memoria de pez?
Carlos apretó los labios y miró a Camila con una expresión de sentimientos encontrados.
Camila se acomodó el vestido, respiró hondo y le dijo a Carlos:
—Voy allá a mirar un rato, no voy a interrumpir su reencuentro.
Carlos asintió y la vio irse entre la gente. Cuando ya no se la veía, volvió a mirarme.
Tenía los ojos rojos, y en la cara se le notaba un cansancio y una tristeza hondos.
—Aurorita, no sabes lo que pasó. Esa puñalada en el abdomen fue profunda, y por eso el