—¡Rápido, llévala al hospital! —dijo Javier con tono urgente.
Solo dijo esa frase y luego abrazó a Embi mientras corría hacia afuera.
Me quedé paralizada, sin saber qué hacer.
Si Javier reaccionó tan serio, era claro que Embi pasaba por un problema grave.
Seguía impactada, pero Valerie ya había juntado las cosas de Embi.
Le dio a Luki a su madre para que lo cuidara, y luego me tomó de la mano y me jaló rápido para seguir a Javier.
Subimos al auto y tomé a Embi en mis brazos, mirando cómo mi hija casi se desmayaba. Tenía las manos y los pies fríos.
Javier ya había encendido el auto, y Valerie seguía bastante tranquila.
De pronto recordé tantas veces en que, a propósito o no, me preguntaron por los dos bebés, y esas miradas que dejaban ver algo que no decían. En ese instante entendí varias cosas por dentro.
—Valerie, ¿Embi tuvo problemas desde que nació? —pregunté, sin poder ocultar mi preocupación.
Valerie apretó los labios y, después de pensarlo un momento, respondió:
—Sí, a Embi le di