Luki miró a Valerie con los ojos llenos de lágrimas y la boca cada vez más chiquita, bien molesto, y Valerie se rió tanto que casi le dolía el estómago.
Valerie tomó rápido a Embi y quiso cambiarla, pero la pequeña, tan orgullosa, enseguida se volteó hacia mí, me abrazó del cuello, clarito enojada con Valerie.
Valerie se rió, medio desesperada:
—Mira esto, tan chiquita y ya tiene genio, ¡impresionante!
Sí, sin duda tiene algo de Mateo en ese orgullo.
No puedo dejar que Embi copie esa actitud de Mateo. Tendré que corregirla. Si no, cuando crezca y tenga novia, la que esté con ella podría tener problemas.
Sonreí y traté de calmar a Embi, pero no se calmaba.
Al final fue Valerie la que logró tranquilizarla, usando un juguete para distraerla.
Valerie se rió y dijo:
—Esta bebé es bien terca, ¿eh? Sabía que yo la había enojado y no se calmó hasta que yo misma la consolé.
—Es igual que su papá —murmuré.
Valerie hizo una mueca:
—Ser como su papá no es nada bueno. Si me acuerdo de esa cara seri