Casi contestó al instante, y la voz agitada de Carlos llegó a través del teléfono.
—¿Aurorita, eres tú? ¿Aurorita?
Escuchando la emoción y la urgencia en su voz, mi corazón dio un vuelco y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.
Respiré profundamente para calmarme y le respondí con un tono indiferente:
—Ocúpate de Camila. Si ella vuelve a molestar a Valerie, no dudaré en hacerla sufrir.
Carlos se quedó en silencio durante un par de segundos, luego dijo, en un tono casi conciliador:
—Aurorita, ¿qué dices? Camila no le ha hecho nada a Valerie, ¿no estarás confundida?
—No quiero hablar de esa fiesta, pero si tú y Camila vuelven a hacerle daño a Valerie, no voy a dejarlo pasar. Y si quieres saber algo sobre mí, pregúntame directamente, no sigas molestando a Valerie. Si quieres estar con Camila, no tengo ningún problema, pero no lastimes a Valerie.
Después de unos segundos de silencio, Carlos dijo en voz baja:
—Aurorita, ya no hablemos de esto. ¿Puedo ver a los bebés? Los extra