Javier terminó de hablar y se dio la vuelta para salir.
Valerie, confundida, dijo:
—¿Y eso qué? ¿Qué tiene que ver con comprar esta casa?
Yo ya intuía lo que quería decir.
Tal vez, cuando era más joven, le dije algo así y él lo recordó.
Así que compró esta casa para mí.
Lástima que ahora todo cambió.
La casa se veía imponente y por dentro estaba decorada con muchos lujos, como un palacio.
La mesa del comedor tenía de todo, llena de platos.
Valerie respiró hondo y dijo:
—Tengo demasiada hambre, vamos, comamos ya.
Javier, quizá con culpa, habló con cuidado:
—Mira si hay algo que te guste. Si no, le diré al chef que te prepare otra cosa.
No respondí y, con la ayuda de Valerie, me acerqué a la mesa.
Después de todo lo que pasó estos días, no tenía mucha hambre. Comí un par de cucharadas de arroz, tomé un poco de sopa y ya no seguí.
Javier me observó un momento y luego llamó al chef:
—Ella está embarazada, haz algo que a las embarazadas les guste.
El chef, incómodo, preguntó:
—¿Qué podría g