Por la tarde fui a la morgue a ver a mi mamá.
Ella yacía bajo la sábana blanca, su cara sin vida todavía se veía bondadosa.
Pero ya nunca abriría los ojos para mirarme, nunca volvería a llamarme con esa voz llena de cariño.
Ya no tenía mamá… ya no podría recostarme en su pecho con calma para contarle mis cosas.
Al recordarlo todo, el dolor y la desesperación me inundaron por completo.
Me incliné sobre la camilla y empecé a llorar sin consuelo.
Le hablé una y otra vez, pero ella ya no podía responderme.
La pena me apretaba tanto el pecho que apenas podía respirar.
En ese momento, mi celular sonó un par de veces: era un mensaje de Camila.
“Aurora, perdón por la muerte de tu mamá, no sabía que Bruno cometería un error en la cirugía. “
” Todo esto es mi culpa por presentarte a Bruno. Si no lo hubiera hecho, quizá tu mamá podría haber vivido medio año más, y en ese tiempo podría haber ocurrido un milagro.“
”Aurora, tienes que cuidar bien de tu salud, no vayas a atormentarte por la culpa, de