La mamá de Mateo ya había despertado.
Pero seguía muy grave. El doctor dijo que lo mejor sería encontrar un donante compatible en el plazo de un mes.
Pero eso era sumamente difícil.
Con mi mamá, seis meses me parecía una eternidad.
Un solo mes... era casi imposible.
Después de separarme de Carlos, fui al hospital a ver a la mamá de Mateo.
En ese momento Mateo no estaba, tampoco Camila. Solo había una cuidadora en el cuarto.
La cara de Sayuri se veía amarilla, apagada. No tenía casi nada de energía.
Apenas me vio, su mirada fue de inmediato a mi vientre.
Sabía que, igual que mi mamá, ella también quería mucho que mis hijos nacieran bien.
Por mucho que me haya rechazado, al final esos dos bebés seguían siendo sus nietos.
—Mateo se fue hace poco —dijo Sayuri.
Asentí.
—Me llamó para avisar que tenía que ir a la oficina a arreglar unos asuntos.
Sayuri estaba sentada en una silla de ruedas, sin ganas ni fuerza.
Es cierto eso de que la enfermedad arrasa con todo cuando llega.
—Hace un momento